Las flores de Punitaqui - Poema de Pablo Neruda

En el poema "Las flores de Punitaqui", Pablo Neruda nos transporta a un paisaje lleno de color y vida, inspirado por la localidad chilena de Punitaqui. Escrito en 1941, este poema forma parte de la obra "Canto general", donde el poeta explora la relación entre el ser humano y la naturaleza, así como la conexión con sus raíces y tradiciones.

El tema central del poema es la belleza efímera de las flores, su fragilidad y su capacidad para alegrar el corazón humano. A través de la descripción detallada de los colores y aromas de las flores, Neruda nos invita a apreciar la belleza que nos rodea y a reflexionar sobre la impermanencia de la vida.

Las flores de Punitaqui

Era dura la patria allí como antes.
Era una sal perdida el oro,
era
un pez enrojecido y en el terrón colérico
su pequeño minuto triturado
nacía, iba naciendo de las uñas sangrientas.

Entre el alba como un almendro frío,
bajo los dientes de las cordilleras,
el corazón perfora su agujero,
rastrea, toca, sufre, sube y a la altura
más esencial, más planetaria, llega
con camiseta rota.

Hermano de corazón quemado,
junta en mi mano esta jornada,
y bajemos una vez más a las capas dormidas
en que tu mano como una tenaza
agarró el oro vivo que quería volar
aún más profundo, aún más abajo, aún.

Y allí con unas flores
las mujeres de allí, las chilenas de arriba,
las minerales hijas de la mina,
un ramo entre mis manos, unas flores
de Punitaqui, unas rojas flores,
geranios, flores pobres
de aquella tierra dura,
depositaron en mis manos como
si hubieran sido halladas en la mina más honda,
si aquellas flores hijas de agua roja
volvieran desde el fondo sepultado del hombre.

Tomé sus manos y sus flores, tierra
despedazada y mineral, perfume
de pétalos profundos y dolores.
Supe al mirarlas de dónde vinieron
hasta la soledad dura del oro,
me mostraron como gotas de sangre
las vidas derramadas.

Eran en su pobreza
la fortaleza florecida, el ramo
de la ternura y su metal remoto.

Flores de Punitaqui, arterias, vidas, junto
a mi cama, en la noche, vuestro aroma
se levanta y me guía por los más subterráneos
corredores del duelo,
por la altura picada, por la nieve, y aun
por las raíces donde sólo las lágrimas
alcanzan.

Flores, flores de altura,
flores de mina y piedra, flores
de Punitaqui, hijas
del amargo subsuelo: en mí, nunca olvidadas,
quedasteis vivas, construyendo
la pureza inmortal, una corola
de piedra que no muere.

A pesar de haber sido escrito hace décadas, "Las flores de Punitaqui" sigue siendo relevante para los lectores contemporáneos, ya que nos recuerda la importancia de detenernos a admirar la belleza sutil que nos rodea en medio de la rutina diaria. La conexión con la naturaleza y la necesidad de valorar los pequeños momentos de felicidad son temas atemporales que resuenan en cualquier época.

En su esencia, "Las flores de Punitaqui" busca comunicar la importancia de la belleza y la gratitud en nuestras vidas, invitándonos a contemplar la efímera pero poderosa presencia de la naturaleza en nuestro entorno. A través de la poesía, Neruda nos muestra cómo lo simple y lo cotidiano pueden encerrar una profunda sabiduría sobre la vida y la transitoriedad de las cosas.

Este poema de Pablo Neruda nos invita a reflexionar sobre la belleza y la fugacidad de la vida, temas universales que resuenan en lo más profundo de cada ser humano, recordándonos la importancia de valorar lo que realmente importa en nuestro paso por este mundo.

Fuente: Pablo Neruda - Sitio Oficial

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